domingo, 4 de septiembre de 2011

Asuntos familiares

Estas vacaciones han sido muy productivas, he limpiado por fin mi casa y he resuelto el misterio que me angustiaba.


Alquilé una furgoneta y cargué todos los cadáveres que se habían amontonado en la habitación de mi madre. Deshaciéndome de ellos uno a uno no hubiera terminado nunca, y cada vez aparecían más. Así que corté por lo sano y decidí hacerlos desaparecer a todos en una misma fosa común, como hacían los alemanes (no hay que copiar nunca, pero si se copia, mejor copiar a los mejores). Me acerqué a las obras de Marina D'Or y aproveché uno de los cimientos que habían dejado a medias. Entre el calor y la crisis confío que los cuerpos se hayan descompuesto completamente cuando retomen las obras.


La gran sorpresa me la llevé al limpiar la habitación. Seguía oliendo muy mal, así que le di un repaso a fondo, incluso miré debajo de la cama y allí estaba... mi madre.


Estaba bastante podrida ya, hacía varios meses que la enterramos, y seguramente llevaba también varios meses desenterrada. La reconocí por la ropa porque los gusanillos habían dado buena cuenta de su cara y se entretenían ahora relamiendo los huesos. Esos gusanillos no venían de ningún sitio, habían nacido de las entrañas de mi madre, como yo, eran a efectos legales mis propios hermanos... pero en esos momentos yo estaba muy impresionado, y aunque fuesen mi madre y mis hermanos me daban mucho asco. Rocié el cuerpo de mi madre con insecticida y lo metí en dos bolsas de basura (en una no cabía, le cubrí las piernas con una y la cabeza y la espalda con otra) y la metí en la furgoneta. Afortunadamente todavía me quedaba un día de alquiler.