miércoles, 8 de febrero de 2012

Por fin juntos

Anoche me despertó de nuevo el maldito loro "¡Cobaaarde! ¡cobaaarde!". Aparté las sábanas de un tirón y maldiciendo me fui a por él. Mientras me dirigía a la cocina iba saboreando ya el placer de reventar su  cabeza contra la pared, abrí la puerta con violencia y me enfrenté a una visión que me derrotó de un golpe seco, dejándome de rodillas en el suelo desencajado por el pánico. 
Sentada en la mesa, frente al loro, dándole galletitas y susurrándole con malicia "cobarde... cobarde... cobarde...", estaba Lourdes. Tenía la frente rasurada hasta la coronilla y unas cicatrices anchas y carnosas la atravesaban de punta a punta formando un pentáculo. ¡Cobaaarde! gritó de nuevo Paco con su voz potente y desgarrada helándome la sangre. Pero Lourdes me ignoraba y seguía concentrada alimentando al loro. Admitiendo una vez más mi cobardía salí a gatas de la cocina y corrí a esconderme dentro de mi cama. Allí recé entre sollozos pidiendo que terminara por fin aquella pesadilla.

¡Qué mentirosa y convincente puede ser nuestra mente cuando intenta protegernos de caer en la locura! Ya de madrugada consiguió convencerme de que no había sido más que un mal sueño. La noche había sido muy silenciosa desde que escapé de la cocina. Paco no grito más y aunque en algunos instantes de temeridad me atreví a acercar mi oído a la puerta cerrada no escuché más que los crujidos angustiosos de las puertas de madera vieja y húmeda. La imagen de Lourdes se fue poco a poco confundiendo con otras pesadiilas más terroríficas e inverosímiles hasta confundirse con ellas, y todo quedó en una mala noche de luna llena. Y así desperté por la mañana, cansado pero aliviado, con un domingo bien soleado por delante para recuperarme de tantas emociones y darle una nueva oportunidad a mi vida.
Al acercarme a la cocina me sorprendió el olor cálido del pan recién tostado,  y  al asomarme perdí todo el apetito y definitivamente mi propia cordura. Lourdes, de pie, preparaba el desayuno con la mirada perdida y la frente marcada. A la mesa, Paco dentro de su jaula tumbado con la cabeza partida sobre un charquito de su propia sangre... y Tito, sentado en un taburete con el cuerpo apoyado sobre el lavavajillas en un equilibrio poco estable. Lourdes, sin mirarme, me hizo un gesto para que me sentara y obedecí sin más.
Las tostadas se fueron ennegreciendo sin que a Lourdes pareciese importarle. Se acercó al cajón de los cubiertos, rebuscó y cogió unos cuantos. Se acercó a mi aunque sus ojos enfocaban a la puerta abierta detrás y dejó en la mesa una colección de mis cuchillos más afilados, un tenedor y un sacacorchos. Acercó su boca a mi oreja y por fin me habló,

- Saturnio, ya va siendo hora de acabar.

martes, 7 de febrero de 2012

Me-ta-cri-la-to

El loro me insulta. Me llama "cobaaarde". Debió aprender en la tienda alguna palabra de más y al dueño se le olvidó comentármelo. Como siga así lo devuelvo.
La primera vez que lo escuché pensé que habría sido un lapsus, o mío porque ya no tengo muy buen oído y últimamente estoy muy nervioso, o suyo porque ofuscado ya por no ser capaz de pronunciar "me-ta-cri-la-to" había reunido unas sílabas al azar. Pero un día más tarde lo pronunciaba ya de manera continua, bien clarita y a mala leche, arrastrando la "a" para que me quedase bien clarito, "cobaaaarde". Ahora ya ni silba, ni dice "Hola", ni por supuesto "me-tra-qui... ¡joder!

jueves, 2 de febrero de 2012

Tito empezaba a oler demasiado mal


Tardé mucho en decidir cómo deshacerme de su cuerpo. Los otros cadáveres eran desconocidos, la policía nunca los relacionaría conmigo si los encontrase pero Tito... Tito era mi amigo. Y además lo maté yo.

Ayer por fin se me ocurrió una gran idea: dejarlo en su propio apartamento. Después de lo que le sucedió a Lourdes estoy seguro de que la policía encontrará mil maneras de explicar su muerte rápidamente y cerrar el caso.

De madrugada lo rocié con ambientador, le puse una bufanda y un gorrito y lo subí al coche. Ya he pasado por esto mucho veces y mi experiencia me dice que llama mucho más la atención arrastrar una bolsa grande o un baúl que a un muerto bien disimulado. Sobretodo a según que horas. El momento más difícil es el de coger el ascensor, pero esta vez tuve suerte y no me crucé con ningún vecino, ni en mi piso ni en el suyo.

Me sorprendió encontrarme la puerta de su casa entreabierta y la luz encendida. Imagino que Lourdes se despistó con la emoción y las prisas cuando fuimos a rescatar a Tito, pero es raro que ningún vecino haya hecho nada al respecto. Lo bueno fue que a mi me facilitó mucho el trabajo.
Lo senté en una silla de la cocina, y como se me caía de lado la acerqué al fregadero para que le hiciera de tope. No se quedó en una postura muy natural, la verdad.
Aproveché la visita para cotillear un poco. En su habitación, sobre el chifonier encontré la foto de la boda: Tito mantenía la mirada firme y decidida y la barbilla alta y orgullosa; Lourdes sonreía tímidamente y se la veía incómoda dentro del traje blanco que intentaba disimular sus carnes generosas. Me la traje a casa y la puse en mi mesilla de noche.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El loro Paco

Me he comprado un loro. Estoy muy solo en casa y pensado que una mascota me sentaría bien. Al morir mi madre quedé ya sin familia, si alguna vez tuve un amigo lo perdí, y no tengo ya ninguna posibilidad de recuperar a aquella junto a la que soñaba terminar mis días.
El precio era un regalo, el bicho es ya bastante mayor y el dueño de la tienda quería deshacerse de él. Ya sabe decir "hola" con voz de falsete y silbar a las chicas guapas. Según el dueño es muy listo, y para ponerlo a prueba he pensado enseñarle a decir "metacrilato". Pongo su jaula encima de la mesa mientras ceno y le repito despacio y vocalizando bien "me-ta-cri-la-to". Él me mira con atención, ladea la cabeza contrariado y responde "ho-la". Pero no nos desanimamos.