jueves, 2 de febrero de 2012

Tito empezaba a oler demasiado mal


Tardé mucho en decidir cómo deshacerme de su cuerpo. Los otros cadáveres eran desconocidos, la policía nunca los relacionaría conmigo si los encontrase pero Tito... Tito era mi amigo. Y además lo maté yo.

Ayer por fin se me ocurrió una gran idea: dejarlo en su propio apartamento. Después de lo que le sucedió a Lourdes estoy seguro de que la policía encontrará mil maneras de explicar su muerte rápidamente y cerrar el caso.

De madrugada lo rocié con ambientador, le puse una bufanda y un gorrito y lo subí al coche. Ya he pasado por esto mucho veces y mi experiencia me dice que llama mucho más la atención arrastrar una bolsa grande o un baúl que a un muerto bien disimulado. Sobretodo a según que horas. El momento más difícil es el de coger el ascensor, pero esta vez tuve suerte y no me crucé con ningún vecino, ni en mi piso ni en el suyo.

Me sorprendió encontrarme la puerta de su casa entreabierta y la luz encendida. Imagino que Lourdes se despistó con la emoción y las prisas cuando fuimos a rescatar a Tito, pero es raro que ningún vecino haya hecho nada al respecto. Lo bueno fue que a mi me facilitó mucho el trabajo.
Lo senté en una silla de la cocina, y como se me caía de lado la acerqué al fregadero para que le hiciera de tope. No se quedó en una postura muy natural, la verdad.
Aproveché la visita para cotillear un poco. En su habitación, sobre el chifonier encontré la foto de la boda: Tito mantenía la mirada firme y decidida y la barbilla alta y orgullosa; Lourdes sonreía tímidamente y se la veía incómoda dentro del traje blanco que intentaba disimular sus carnes generosas. Me la traje a casa y la puse en mi mesilla de noche.

1 comentario:

  1. Saturnio, es un verdadero sentimental. No sólo es capaz de unirlos en la muerte si no que desea tenerlos juntos en sus recuerdos. Muy bueno.

    Un abrazo.

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