martes, 28 de diciembre de 2010

Hasta siempre Pedro


Debo deshacerme de los cuerpos antes de que el olor empiece a mosquear a los vecinos. He comenzado por Pedro. Hoy en el trabajo todo el mundo hablaba de su desaparición. La mayoría piensa que se suicidó al quedarse sin trabajo y no poder mantener a su familia, con la Navidad por delante, las explicaciones a los padres, los hermanos, los cuñados, los suegros, la compasión, las palmadas en la espalda, la vergüenza...
Al llegar a casa he intentado lavar la cara al muerto que vomité, para comprobar que efectivamente era Pedro. He usado la bayeta de la cocina, pero como el vómito estaba ya bastante reseco, y la piel muerta pierde enseguida la elasticidad sólo he conseguido deformarle la cara. Afortunadamente al registrarle he encontrado su cartera, con las fotos de sus hijas, el carné de conducir y unos cupones de descuento del Dance Studio Fever.
Podrían sospechar de mi así que he decidido simular el suicidio que todos esperan. He metido el cuerpo en la funda de la tienda de campaña con la que mis padres se fueron de viaje de novios y lo he llevado a las vías del tren de alta velocidad. Le he quitado la ropa y la he dejado plegada a un lado.
Hace media hora que el tren debió pasar por allí.

sábado, 25 de diciembre de 2010

La llegada de Papa Noel


Anoche el la radio no había tertulias deportivas, todas las emisoras ponían programas enlatados con los mejores momentos del año. Justo cuando Iniesta volvía a dar el mundial a España he escuchado la voz de mi madre dentro de mi oído:

- ¿Has sido bueno? Te han dejado muchos regalos en mi habitación. ¡Ven a verlos inmediatamente!

    Me he puesto muy nervioso. Mi primera intención ha sido irme de casa, pero no se me ocurría dónde ir. He llorado y, como un niño que cumple un castigo he seguido las órdenes de mi madre. He rociado de nuevo la mascarilla con ambientador de lavanda, aunque sabía que cuando abriera la puerta ya no serviría para nada. Llamé antes de entrar, y como todavía estaba medio dormido y todo era tan irreal no podría asegurarlo, pero me pareció escuchar varias voces que susurraban “Entra”, “no tengas miedo”, “Pasa, Pasa...”
    He cogido aire y he entrado, con la mano tanteaba la pared buscando el interruptor de la luz y no acertaba a encontrarlo, tenía la esperanza de que lo que se distinguía gracias a la luz del pasillo sería un juego engañoso de sombras y que las bombillas del techo me devolverían a la realidad.
    Encontré el interruptor y encendí la luz. Y la imagen era mucho más horrorosa a la luz de las bombillas del techo. Decenas de cadáveres podridos se amontonan encima de la cama de mi madre, algunos habían rodado hasta el suelo y hacían las veces de alfombra. He vomitado sobre la cabeza de uno que parece bastante reciente. Sólo le vi la cara amoratada un segundo antes de cubrirlo con un puré de comida china con salsa agridulce. Se parecía a Pedro el bailarín.

    viernes, 24 de diciembre de 2010

    la tarjeta del Consum


    Anoche dormí con mascarilla, la rocié de ambientador de lavanda y funcionó bastante bien. Compré un mp3 y me duermo escuchando las tertulias deportivas, aún así oigo los golpes de mi madre, pero impresionan menos confundidas entre los gritos de los periodistas.
    Hoy teníamos fiesta en el trabajo, así que me he bajado al bar con el correo acumulado y he pasado la mañana oliendo a aceite refrito. Se me ha pegado tan fuerte que ya no huelo a carne podrida y voy más tranquilo por la calle.
    He visto que este mes se ha pasado mi tarjeta de Consum por compras por un valor dos mil trescientos veinte euros, con lo que me corresponde un cheque regalo de siete euros. No acabo de entender a quién le puede interesar quedarse mi tarjeta y pasarla cuando compra, ni quien es capaz de comprar tanto en un Consum. Pero bueno, los siete eurillos no me los quita nadie.
    He pasado la mañana de parque en parque, la tarde de bar en bar, y cuando han empezado a cerrarlo todo me he ido aun “chino” y a celebrar mi cena de Nochebuena. En noches como la de hoy se agradece que no se respeten los derechos de los trabajadores.
    ¡Feliz Navidad!

    miércoles, 22 de diciembre de 2010

    en vísperas

    Se acerca la Navidad y no me atrevo a quedarme en mi casa. La habitación de mi madre apesta y el olor se va pegando al resto de la casa. No me atrevo a entrar. Esta mañana, antes de ir al trabajo, me armé de valor, entreabrí la puerta y vacié dentro un bote de ambientador pero esta tarde, al volver a casa, el olor a podrido era todavía mayor.
    Por las noches me sigue despertando con sus paseos por el pasillo, rebusca en cajones y armarios con golpes violentos, parece que quiera despertarme a propósito. Al principio creí que buscaba las cartas y las dejé en su lugar, pero ella sigue buscando, y cada noche parece más furiosa. Y además ahora el hedor a muerte que no consigo quitarme de encima. En el autobús la gente lo nota y me miran con pena.
    Esta mañana he tenido una reunión con Tito, no habla con nadie, está muy nervioso y tiene muy mal aspecto. Repetía que no le pasa nada, que esta mejor que nunca, y me sonreía con media boca mientras se balanceaba adelante y atrás sentado en el borde de la silla. Al despedirme de él en la puerta me ha parecido que olía a lo mismo que yo.