domingo, 28 de noviembre de 2010

del más allá




Hoy me he atrevido a entrar de nuevo en la habitación de mi madre, quería seguir estudiando sus cartas para resolver el misterio de las alemanas pero las cartas no estaban donde las dejé. Y no sólo eso, la cama estaba deshecha y sobre la almohada he encontrado pelos largos y blancos. Sobre la cómoda había una bata suya, unas medias, una faja y unas bragas. He notado su presencia y se me han erizado los pelos de la nuca, como si hubiera alguien detrás de mi. He salido corriendo y he cerrado la puerta. Estoy pensando en irme a dormir a un hotel. No debería tener miedo, si el espíritu de mi madre vaga por la casa debería alegrarme, yo la quería mucho y ella a mi también, aunque tal vez le ha molestado algo de lo que hecho y por eso ha vuelto. Tal vez ha sido por hurgar en sus cartas, o por algo de lo que he dicho en este blog.
Mamá, si lees este blog que sepas que lo siento y que voy a olvidar el asunto de las cartas. Puedes descansar en paz.

martes, 23 de noviembre de 2010

de noche


Anoche me despertaron unos ruidos en la habitación de mi madre. Tenía mucho miedo y me escondí bajo las sábanas esperando a que pararan, pero en lugar de detenerse iban cada vez a más. Se escuchaban los cajones abriéndose y cerrándose con violencia, las puertas del armario chirriando, alguien arrastraba la cama con dificultad. De vez en cuando se hacía el silencio, unos pasos salían de la habitación y recorrían el pasillo arriba y abajo con impaciencia. Cuando los escuchaba pasar a la altura de la puerta abierta de mi dormitorio contenía la respiración y rezaba apretando contra mis labios la crucecita que llevo colgando del cuello. Una de las veces en las que los ruidos se amontaban en la habitación vecina me armé de valor, corrí de puntillas hasta la puerta y la cerré. Creo que me oyeron porque se hizo de nuevo el silencio y escuché a través de la puerta unos bufidos rabiosos. Volví a la cama caminando hacia atrás por no dar la espalda a la puerta, cuando ya me metía de nuevo bajo la sábana la puerta se abrió violentamente y reconocí, recortada sobre la luz del pasillo, la silueta de mi madre. La escuché sonreír y susurrar [Buenas noches]

viernes, 19 de noviembre de 2010

La fama cuesta...


Esta mañana han llamado a Pedro los de recursos humanos y cuando ha vuelto ha intentado pegarme. Al mes que viene cumplirá los tres años y han decidido no contratarle y piensa que es por mi culpa.
Ayer por la tarde tenía una reunión con los de calidad para preparar la auditoría de la semana que viene, y cuando llegamos al apartado de comprobación de la documentación propuse que siguiéramos en mi despacho que es donde guardo todos los registros. Por el camino recordé que le había dejado el despacho a Pedro para que ensayara por las tardes así que cuando llegamos, antes de entrar, llamé a la puerta varias veces y le di unos segundo para que recuperara la compostura. Lo que yo no podía imaginar era que para bailar no le servía la ropa de trabajo y que, como todavía no se había comprado ropa de baile, estaba usando la de su mujer. Yo cerré la puerta en cuanto reaccioné, no tardé mucho, pero parece que fue suficiente para que todo el departamento de calidad viera a Pedro con mallas de color rosa intentando esconderse dentro de un archivador.
Es una pena porque era un buen trabajador y tiene una familia que mantener, pero bien pensado ahora por fin tendrá tiempo para hacer con su vida lo que siempre ha querido, y tiene derecho a paro. Para animarle le he dejado en su taquilla un fragmento del manifiesto de la "Asociación de parados felices".

"Hace 25 años, los obreros todavía podían poner en entredicho el trabajo en sí mismo. Hoy están obligados a fingir que están satisfechos por la simple razón de no estar parados. Pero los parados disponen de un bien precioso: el tiempo. Esa podría ser una oportunidad histórica. Nuestro objetivo puede definirse como una reconquista del tiempo. Lo que no impide al parado feliz ser un hombre activo. Es por esa razón, precisamente, por la que no hay tiempo para trabajar"

Hoy, comprando en el Consum de la esquina me ha parecido reconocer a Tito. He intentado seguirle pero le he perdido. Seguramente no era él, porque vive bastante lejos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Bailando en la factoría


Estos días he estado revisando las propuestas de mejora con Pedro. Lleva casi tres años trabajando conmigo (le queda un mes para su paso a plantilla) pero nunca le había prestado mucha atención. Le doy trabajo y él lo hace, nunca me ha dado ningún problema. Hoy le he estado preguntando un poco por su vida. Está ya casado, tiene dos hijos, y sus únicas aficiones son ver la televisión e ir los domingos al fútbol. Le he intentado sonsacar que es lo que realmente le gustaría hacer, que podría darle un significado a su vida, quien sería él si pudiese disponer de su tiempo y de su vida. Me ha confesado que a él lo que realmente le hubiese gustado es bailar. La verdad es que me ha dejado a cuadros. Dice que antes de casarse iba a las discotecas, se subía al podio más alto y bailaba toda la noche. Al parecer triunfaba mucho, y fue así como conoció a su mujer. Ella sigue trabajando en discotecas pero después de los dos embarazos ya no le queda cuerpo para bailar y ahora sirve copas. Él se queda con los niños y nunca sale.
Le he animado a que vaya a un casting para algún programa de televisión y que no olvide su sueño. Como no tiene tiempo para ensayar en casa le he propuesto que por las tardes use mi despacho. A él le cunde mucho el trabajo, con trabajar por las mañanas tendría suficiente, y yo por las tardes siempre estoy en alguna reunión. Se ha puesto muy contento.

Tito está la mar de simpático, hoy al volver de la ronda con Pedro me lo he encontrado esperándome en mi despacho. Me ha dicho que quería enseñarme el libro que está leyendo ahora (“El guardián entre el centeno”) y me ha repetido las mismas preguntas que habíamos tratado en una reunión a primera hora. Parecía un poco nervioso. Cuando por fin ha salido he estado comprobando que todo estaba en su sitio. Las llaves de casa estaban en otro cajón, y no encuentro mi tarjeta de socio del Consum.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El misterio de mamá


He pasado muy mala noche recordando lo sucedido ayer. Para quitármelo de la cabeza he cogido las cartas de mi madre y las he traducido a lo bruto con un traductor alemán-español que me bajé de internet, el alemán no es un idioma fácil y aprenderlo me podría llevar demasiado tiempo.
No entiendo prácticamente nada, muchas de las palabras al parecer no tienen traducción (aunque sospecho que se trata de palabras de las que no traducen los traductores decentes) y el orden de las oraciones se presta a múltiples interpretaciones, pero lo que tengo claro es que todas las remitentes son mujeres y de que en cada carta aparece la palabra “amor” una media de quince veces. Y no son pocas, he estado agrupando las cartas por remitente y... ¡me salen veintitrés montoncitos!
Me he hecho una lista y voy a intentar localizarlas, necesito saber más. Tal vez mi madre hacía de consultora sentimental, o traducía las cartas que las turistas alemanas enviaban a sus amores de verano.
¡Necesito aprender alemán!

sábado, 13 de noviembre de 2010

El coche nuevo


Hoy he ido a formalizar el encargo y personalizar mi futuro cochazo. Me he levantado temprano para limpiar mi Focus, quería dar buena imagen. Al llegar y ver los coches que había en el parquing de empleados he decidido aparcar a dos calles e ir andando.
Tenía la cita para las doce pero he llegado media hora antes, y como no quería parecer ansioso he estado dando vueltas alrededor de la fábrica. Es un edificio moderno con las paredes de cristal tintado, bastante pequeño. A la entrada tiene un jardín de estilo japonés (más piedras que plantas) protegido por un segurata metrosexual.
Le he dado mis datos y ha comprobado que estaba en su lista.

- Puede pasar, ¿y su coche?
- Lo tengo en el taller, he venido en taxi.

Respuesta incorrecta. Me ha mirado de arriba a abajo y me ha dicho que esperara. Me ha dado la espalda y ha llamado por teléfono. Yo imagino que su razonamiento ha sido: “si yo estoy de espaldas y no le puedo ver, él no me podrá escuchar”; porque con un volumen de voz normal tirando a alto, a escasos dos metros de mí ha dicho claramente: “Pero si este tío es un muerto de hambre”.
Después de esperar un buen rato ha venido a recogerme un chaval con bata y guantes blancos y unas gafas más gordas que las mías.

- Disculpe, pero el señor Torrellas no puede atenderle, ha sufrido una indisposición y se ha ido a su casa. Yo le atenderé.

Me ha acompañado a la parte trasera del edificio y hemos entrado por una puentecilla a lo que debe ser la sala de descanso de los mecánicos. En el extremo de una larga mesa estaban sentados seis chavales con bata blanca comiendo directamente de sus fiambreras. Nos hemos sentado en el otro extremo y mi guía, después de limpiar la mesa con un trapo húmedo, me ha mostrado unos cuantos folletos y me ha ayudado a rellenar unos formularios en los que debía definir mis preferencias: monoplaza o biplaza, materiales y colores de los acabados, modelo de retrovisor, tipo de ruedas...
Después de rellenarlo todo ha sacado una calculadora del bolsillo superior de su bata blanca y me ha calculado el presupuesto: 432.000 €
Se me ha subido la sangre a la cabeza e imagino que todos lo han notado porque en el otro extremo de la mesa apenas podían contener las carcajadas.
Me han entrado ganas de decir “Me lo quedo” para ver que cara se les quedaba a todos esos niñatos. La cifra sobrepasa un poco mis cálculos pero con la herencia, el plan de pensiones y una hipoteca la podría afrontar. He respirado hondo y he pensado en cual era inicialmente mi objetivo: gastar para disfrutar yo y producir beneficio a aquellos que me proveían la satisfacción. He pensado que el mayor gasto de mi vida podía servir para producir beneficio a esta gentuza (y no me refiero a los chavales de las batas blancas) que no se ha dignado siquiera a recibirme, que creen que el estar al servicio directo de los poderosos les eleva sobre el resto de la servidumbre; y he decidido retirarme con la menor pérdida de dignidad posible:

- El motor tiene mucho par, pero le faltan revoluciones.

Y sin dejarle responder he escapado de allí.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Arengando a la tropa

Esta mañana Tito me ha llamado al despacho a primera hora, se encontraba mal y no vendría a trabajar.
Nacho tampoco ha venido, pero él no se molesta en llamar.

He tenido que repartir el trabajo entre los otros cuatro chavales, pero he intentado hacerles ver que no era necesario que trabajasen más para cumplir con todos los objetivos, que estos estaban basados en la búsqueda de un incremento continuo de la producción y una disminución progresiva de los gastos, y que, dada la coyuntura económica actual, el alcanzar dichos objetivos sería un acto sumamente insolidario.

Les he hablado también de la importancia de que no consuman todas sus energías durante la jornada laboral, sobretodo en un viernes, porque eso les condena a un fin de semana de ociosidad pasiva que no les permitiría crecer como personas, ni crear ni aportar nada realmente suyo a la sociedad, y que esa frustración iría haciendo mella en su carácter.

No sé hasta que punto ni de qué manera lo han asimilado, me han mirado con cara de póquer y se han retirado cuchicheando.

Intentaré convencerles uno a uno.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Comiendo con Tito

Hoy en el trabajo he comido con Tito. Yo almuerzo siempre en el comedor, en la mesa de los encargados, aunque me siento en una esquina, un poco apartado, porque ninguno me cae bien. Es una mesa enorme y aunque algún día coincidiéramos todos los encargados todavía quedaría libre más de media. Pero está mal visto que los operarios se sienten con los encargados (a riesgo de ser etiquetados como pelotas) y que los encargados coman con los operarios (a riesgo de ser marcados como gilipollas o, lo que es peor, por socialistas)

Pues hoy, el Tito, con dos cojones, se ha sentado a mi lado.

Me ha dicho que se ha enterado de lo de mi madre, me ha dado el pésame, y se ha ofrecido a echarme una mano en lo que necesite. Me ha dado su número de teléfono... ¡por si tengo ganas de hablar!

Se me ha atragantado el bocado y casi me ahogo, he tosido con todas mis fuerzas varias veces hasta que he podido escupirlo en la servilleta. Las mesas de operarios se han reído con ganas y los otros encargados me han mirado con aprobación, no se bien por qué. El caso es que Tito también debe haberme malinterpretado porque se ha puesto colorado, ha cogido su bandeja y se ha ido del comedor entre los aplausos burlones de sus compañeros.

Tenía tanta prisa en desaparecer que se ha dejado su libro, “El príncipe” de Maquiavelo. He aprovechado para hojearlo. Tenía un punto de lectura del sindicato marcando la página 25, y allí he encontrado subrayadas unas palabras:

“Llamaría bien empleadas las crueldades (si a lo malo se lo puede llamar bueno) cuando se aplican de una sola vez...”

lunes, 8 de noviembre de 2010

El amigo director


Hoy me ha llamado el director de planta. Ha recibido quejas por parte del comité de empresa. Al parecer estoy dando un trato de favor a ciertos compañeros en detrimento del resto. He intentado defenderme argumentando que no se puede considerar el premiar el buen comportamiento de un trabajador para que el resto tomen ejemplo como discriminación, entonces el me ha preguntado cual era el comportamiento que merecía tal premio y he decidido cambiar mi estrategia. Se me ha ocurrido contarle que veía a Nacho muy desmotivado últimamente y que he intentado animarle encargándole las tareas que más podían ilusionarle. “Eres demasiado bueno – me ha respondido – y se te suben a la chepa. No esperes que siendo bueno con ellos te respeten, estos solo respetan a quienes temen, sólo van al comité cuando huelen la debilidad. “
Le pregunto si ha leído a Maquiavelo y me responde que no, pero que le suena.

Esta tarde me ha llamado mi asesora financiera. Me ha preguntado como me va, me ha dado ánimos para superar mis problemas económicos y me ha comentado que tal vez me llamen del banco para preguntar por qué he cancelado el plan de pensiones. Si eso sucede me ha pedido que les cuente lo mismo que le conté a ella, y que si me preguntan por el trato recibido que la deje en buen lugar.

Nacho no ha venido a trabajar. Le suele pasar los lunes.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Las cartas de mi madre

El sábado terminé de vaciar la habitación de mi madre. Encontré una caja de zapatos con cartas (no me extrañó, en las películas siempre pasa) y pasé el día leyéndolas. Me las llevé a mi habitación y eché el pestillo. No es que crea en espíritus ni nada de eso, pero todavía noto su presencia en la casa, y no me sentiría cómodo si se me apareciera mientras hurgo en sus secretos. Y cuanto más leía más aumentaba mi temor.
Mi madre emigró junto con mis abuelos tras la guerra. Fueron a Alemania, y allí trabajaron en una fábrica de helados. Cuando ahorraron un dinero y las cosas estuvieron más tranquilas se volvieron. Muchas de las cartas son en alemán, las leeré más adelante, cuando aprenda. Unas pocas, pero las más largas, son en castellano. Las cartas son de otra española que encontró allí marido y ya no volvió. Son bastante explícitas en alguno puntos y parecen indicar que mi madre y ella eran muy amigas y hacían muchas cosas juntas. ¡Dios! Solo de pensarlo... no consigo quitármelo de la cabeza. La de traumas que Freud podría sacar de este asunto. Quiero pensar que todo es un malentendido de mi mente enferma, y que cuando consiga traducir el resto de las cartas todo se aclarará. Tengo que ponerme las pilas y aprender alemán cuanto antes.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Rebelión en la fábrica

El viernes a primera hora hubo rebelión en la fábrica. Nacho llegaba más tarde que de costumbre y yo intentaba hacer tiempo para no distribuir las tareas antes de que llegara. Les hablé de las previsiones del tiempo, les pregunté por sus planes para el fin de semana (nadie me respondió), les conté los míos (me los inventé porque no tenía ninguno) Cuando se me acabó la conversación propuse tomar un segundo café, entonces Tito se levantó solemnemente con su libro en la mano (el libro del viernes era más pequeño, más manejable) y pronunció con una voz exageradamente profunda: “Voy a hablar con los del comité. ¿Quién me acompaña?”. Miró fijamente a los ojos a cada uno de sus compañeros hasta que les hizo levantarse y uno tras otro fueron abandonando mi despacho. Tito fue el último en salir. Antes de cerrar la puerta me apuntó con su libro y me dijo con su recién estrenada voz de barítono: “Te queda poco tiempo”.
Alcancé a leer el título, El Príncipe de Maquiavelo.

Me estaba tomando el segundo café cuando llegó Nacho: “Que jefe, hoy también me tocan las de Incoming”. Me alegré de ver que al menos él disfrutaba de la filosofía.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Coche nuevo

Gastar hace un bien mayor a la sociedad que ahorrar, y el martes encargué un “Tramontana”. Es un coche de superlujo del que oí hablar una vez en un tren de cercanías, se fabrica en Girona y siempre me había preguntado que tipo de persona se lo compraría, me parecía algo irreal. El mes que viene visitaré sus instalaciones para personalizarlo. 

Por la tarde tuve cita con mi asesora financiera. Es como se hace llamar ella misma, lo pone en sus tarjetas de visita, pero realmente es una cajera de banco a la que hacen trabajar por las tardes. Me costó convencerla para que me dejara cancelar mi plan de pensiones. Empecé utilizando los argumentos de Rusell, le expliqué que no quería seguir invirtiendo mi dinero en empresas que no procuran ningún bien a la sociedad (aunque no he sabido nunca a que empresas va el dinero mi plan de pensiones estoy seguro de que no harán ningún bien), que era más rentable invertirlo en mi ocio, que gastando ese dinero me convertiría en una persona de buen carácter y que permitiría ganar dinero a aquellos que me proporcionaban la oportunidad de ser feliz en mi tiempo libre y no a aquellos que se dedican a asustarnos para que invirtamos en una seguridad futura... pero ella se puso nerviosa y me miró con ojitos de cordero degollado, así que opté por apelar yo también a sus sentimiento y le dije que necesitaba el dinero porque estaba pasando una mala época, tenía que hacer frente a unos gastos imprevistos, tenía problemas de liquidez debido a la crisis financiera... entonces ella se relajó, me miró con una sonrisa tranquilizadora y por fin me respondió: “No se preocupe, usted sabe que en los momentos difíciles puede contar con nosotros”. Y por fin me devolvió casi todo mi dinero (se quedó unas cuantas comisiones que justificó con un “lo hacen todos los bancos) Calculo que con esto y la herencia de mi madre me llegará para el coche.

Cuando me acosté me sentí muy vivo, sentía unas emociones muy intensas. Por un lado me sentía muy culpable por haber gastado tanto dinero en una frivolidad, el trabajo de tanto tiempo derrochado en un segundo. Por otra parte me sentí liberado, cerrar el plan de pensiones fue como decidir enfrentarme a la vida ya, sin más demora, como quitarme la excusa de “ya disfrutaré de la vida cuando deje de trabajar”. Me da un poco de vértigo pero me gusta. Y me avergüenza un poco escribirlo pero me dormí imaginando la cara que pondrán los de la fábrica cuando me vean llegar con el nuevo cochazo.

En el trabajo continué premiando a Nacho con la esperanza de que sus compañeros tomaran ejemplo de él y aprovechasen mejor su tiempo de ocio. Tito ha traído otro libro. Es bastante más gordo que el anterior.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Los mendigos de Nápoles

Me desperté más temprano de lo necesario, estaba tan excitado que apenas dormí. Me arreglé con calma y me comí los crispies, y como todavía me sobraba tiempo empecé a recoger las cosas de mi madre. No sé que haré con ellas pero tengo claro que no quiero que la casa se convierta en su mausoleo. Cuando llegué a la parada del autobús todavía tuve tiempo de fumarme dos cigarrillos.
Normalmente siempre aprovecho el trayecto hasta la fábrica para dormir un rato más, pero estaba tan despejado el miércoles que aproveché para observar al resto de compañeros. La mayoría dormitaban, dando cabezazos al unísono a izquierda o derecha. En la primera fila estaba Tito, uno de los chavales de mi equipo. Subió en la parada que sigue a la mía y, aunque me vio, se sentó sin decirme nada, sacó un libro y se puso a leer. Todavía había muy poca luz, y dudo que pudiera entender nada, pero le hacía parecer distinto a los demás. Dos paradas después el libro descansaba en sus rodillas y su cabeza se balanceaba al compás.
Al llegar a la fábrica saqué un café de la máquina y me fui al despacho. Tenía reunión con mi equipo. Todas las mañanas nos reunimos a primera hora para planificar el trabajo del día. Yo sabía que quería hacer algo diferente, pero no se había ocurrido nada todavía.
Fueron llegando con cuentagotas, ocupando sus lugares alrededor de la mesa redonda que ocupa casi toda la habitación. Tito venía con su libro, y lo dejó en la mesa junto a su infusión. Todos los demás tomábamos café.
Viéndolos sentados a mi alrededor recordé el texto de Rusell, y me sentí como el viajero que se encontró en Nápoles a doce mendigos tumbados al sol y ofreció una lira al más perezoso. En mi equipo el premio más deseado era la tarea de revisar las propuestas de mejora del departamento de “Incoming”. Trabajaba allí un grupo de becarias que aportaban ideas continuamente y revisar todas sus propuestas significaba un día tomando cafés en buena compañía. Solo me faltaba elegir al mendigo más perezoso y entonces entro Nacho. Veinticinco minutos tarde, saludó sonriente, los ojos rojos, cansados, pero felices. El muy cabrón había pasado una buena noche. Se mereció el premio. El resto de mendigos se lo tomaron bastante mal. Tendría que haberme dado cuenta, ese fue el error que me perdería.

martes, 2 de noviembre de 2010

Martes 2 de noviembre

Mi madre ha muerto. La enterré la semana pasada pero ha sido hoy, al reincorporarme al trabajo y volver  después a mi casa vacía cuando lo he comprendido. Mi madre ha muerto y no volveré a verla nunca más. NUNCA. Hasta hoy no había llorado, me ha sentado muy bien, y ahora más tranquilo, he dado un repaso a como queda mi vida ahora, y he tomado una decisión que la cambiará radicalmente.

Tengo 41 años, vivo sólo (ahora sí), trabajo en una gran empresa (no diré el nombre, de momento) donde dirijo un grupo de seis personas. Mi vida sentimental está vacía, y sin ninguna esperanza de cambio en esta vida. No tengo ya edad. Considerando que fumo, más por vicio que por gusto, que bebo (como terapia), no hago ni he practicado nunca ningún deporte y comer es mi única afición, mi esperanza de vida debe estar rondando los 50. Así que me quedan menos de 10 años de vida, no cobraré ni un duro ni del estado ni de mi plan privado de pensiones, nadie me espera en casa, y si mañana no voy a trabajar haré felices a al menos seis personas.

Pero tengo un plan. Voy a dedicar lo que me queda a la filosofía aplicada. Hacer las cosas como toca, como Dios manda, como quería mi madre o como todos los demás me ha llevado hasta aquí y para bien o para mal no me llevará más lejos. Ahora que ya no tengo que darle explicaciones a nadie voy a probar otras formas de hacer las cosas. Los filósofos se han dedicado a postular alternativas desde hace siglos, y por supuesto no ha triunfado ninguna, porque los humanos no nos guiamos por nuestro amor a la sabiduría sino por hambre de nuestras tripas. Pero como yo ya me he llenado suficiente la tripa voy a probar esas alternativas.
Empezaré mañana, he estado releyendo el “Elogio de la ociosidad” de Bertrand Russell (http://www.alcoberro.info/pdf/russell3.pdf) y lo voy a poner en práctica en mi trabajo. A ver lo que sale.

Buenas noches.