martes, 23 de noviembre de 2010

de noche


Anoche me despertaron unos ruidos en la habitación de mi madre. Tenía mucho miedo y me escondí bajo las sábanas esperando a que pararan, pero en lugar de detenerse iban cada vez a más. Se escuchaban los cajones abriéndose y cerrándose con violencia, las puertas del armario chirriando, alguien arrastraba la cama con dificultad. De vez en cuando se hacía el silencio, unos pasos salían de la habitación y recorrían el pasillo arriba y abajo con impaciencia. Cuando los escuchaba pasar a la altura de la puerta abierta de mi dormitorio contenía la respiración y rezaba apretando contra mis labios la crucecita que llevo colgando del cuello. Una de las veces en las que los ruidos se amontaban en la habitación vecina me armé de valor, corrí de puntillas hasta la puerta y la cerré. Creo que me oyeron porque se hizo de nuevo el silencio y escuché a través de la puerta unos bufidos rabiosos. Volví a la cama caminando hacia atrás por no dar la espalda a la puerta, cuando ya me metía de nuevo bajo la sábana la puerta se abrió violentamente y reconocí, recortada sobre la luz del pasillo, la silueta de mi madre. La escuché sonreír y susurrar [Buenas noches]

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