sábado, 13 de noviembre de 2010

El coche nuevo


Hoy he ido a formalizar el encargo y personalizar mi futuro cochazo. Me he levantado temprano para limpiar mi Focus, quería dar buena imagen. Al llegar y ver los coches que había en el parquing de empleados he decidido aparcar a dos calles e ir andando.
Tenía la cita para las doce pero he llegado media hora antes, y como no quería parecer ansioso he estado dando vueltas alrededor de la fábrica. Es un edificio moderno con las paredes de cristal tintado, bastante pequeño. A la entrada tiene un jardín de estilo japonés (más piedras que plantas) protegido por un segurata metrosexual.
Le he dado mis datos y ha comprobado que estaba en su lista.

- Puede pasar, ¿y su coche?
- Lo tengo en el taller, he venido en taxi.

Respuesta incorrecta. Me ha mirado de arriba a abajo y me ha dicho que esperara. Me ha dado la espalda y ha llamado por teléfono. Yo imagino que su razonamiento ha sido: “si yo estoy de espaldas y no le puedo ver, él no me podrá escuchar”; porque con un volumen de voz normal tirando a alto, a escasos dos metros de mí ha dicho claramente: “Pero si este tío es un muerto de hambre”.
Después de esperar un buen rato ha venido a recogerme un chaval con bata y guantes blancos y unas gafas más gordas que las mías.

- Disculpe, pero el señor Torrellas no puede atenderle, ha sufrido una indisposición y se ha ido a su casa. Yo le atenderé.

Me ha acompañado a la parte trasera del edificio y hemos entrado por una puentecilla a lo que debe ser la sala de descanso de los mecánicos. En el extremo de una larga mesa estaban sentados seis chavales con bata blanca comiendo directamente de sus fiambreras. Nos hemos sentado en el otro extremo y mi guía, después de limpiar la mesa con un trapo húmedo, me ha mostrado unos cuantos folletos y me ha ayudado a rellenar unos formularios en los que debía definir mis preferencias: monoplaza o biplaza, materiales y colores de los acabados, modelo de retrovisor, tipo de ruedas...
Después de rellenarlo todo ha sacado una calculadora del bolsillo superior de su bata blanca y me ha calculado el presupuesto: 432.000 €
Se me ha subido la sangre a la cabeza e imagino que todos lo han notado porque en el otro extremo de la mesa apenas podían contener las carcajadas.
Me han entrado ganas de decir “Me lo quedo” para ver que cara se les quedaba a todos esos niñatos. La cifra sobrepasa un poco mis cálculos pero con la herencia, el plan de pensiones y una hipoteca la podría afrontar. He respirado hondo y he pensado en cual era inicialmente mi objetivo: gastar para disfrutar yo y producir beneficio a aquellos que me proveían la satisfacción. He pensado que el mayor gasto de mi vida podía servir para producir beneficio a esta gentuza (y no me refiero a los chavales de las batas blancas) que no se ha dignado siquiera a recibirme, que creen que el estar al servicio directo de los poderosos les eleva sobre el resto de la servidumbre; y he decidido retirarme con la menor pérdida de dignidad posible:

- El motor tiene mucho par, pero le faltan revoluciones.

Y sin dejarle responder he escapado de allí.

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