miércoles, 17 de noviembre de 2010

Bailando en la factoría


Estos días he estado revisando las propuestas de mejora con Pedro. Lleva casi tres años trabajando conmigo (le queda un mes para su paso a plantilla) pero nunca le había prestado mucha atención. Le doy trabajo y él lo hace, nunca me ha dado ningún problema. Hoy le he estado preguntando un poco por su vida. Está ya casado, tiene dos hijos, y sus únicas aficiones son ver la televisión e ir los domingos al fútbol. Le he intentado sonsacar que es lo que realmente le gustaría hacer, que podría darle un significado a su vida, quien sería él si pudiese disponer de su tiempo y de su vida. Me ha confesado que a él lo que realmente le hubiese gustado es bailar. La verdad es que me ha dejado a cuadros. Dice que antes de casarse iba a las discotecas, se subía al podio más alto y bailaba toda la noche. Al parecer triunfaba mucho, y fue así como conoció a su mujer. Ella sigue trabajando en discotecas pero después de los dos embarazos ya no le queda cuerpo para bailar y ahora sirve copas. Él se queda con los niños y nunca sale.
Le he animado a que vaya a un casting para algún programa de televisión y que no olvide su sueño. Como no tiene tiempo para ensayar en casa le he propuesto que por las tardes use mi despacho. A él le cunde mucho el trabajo, con trabajar por las mañanas tendría suficiente, y yo por las tardes siempre estoy en alguna reunión. Se ha puesto muy contento.

Tito está la mar de simpático, hoy al volver de la ronda con Pedro me lo he encontrado esperándome en mi despacho. Me ha dicho que quería enseñarme el libro que está leyendo ahora (“El guardián entre el centeno”) y me ha repetido las mismas preguntas que habíamos tratado en una reunión a primera hora. Parecía un poco nervioso. Cuando por fin ha salido he estado comprobando que todo estaba en su sitio. Las llaves de casa estaban en otro cajón, y no encuentro mi tarjeta de socio del Consum.

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