viernes, 5 de noviembre de 2010

Rebelión en la fábrica

El viernes a primera hora hubo rebelión en la fábrica. Nacho llegaba más tarde que de costumbre y yo intentaba hacer tiempo para no distribuir las tareas antes de que llegara. Les hablé de las previsiones del tiempo, les pregunté por sus planes para el fin de semana (nadie me respondió), les conté los míos (me los inventé porque no tenía ninguno) Cuando se me acabó la conversación propuse tomar un segundo café, entonces Tito se levantó solemnemente con su libro en la mano (el libro del viernes era más pequeño, más manejable) y pronunció con una voz exageradamente profunda: “Voy a hablar con los del comité. ¿Quién me acompaña?”. Miró fijamente a los ojos a cada uno de sus compañeros hasta que les hizo levantarse y uno tras otro fueron abandonando mi despacho. Tito fue el último en salir. Antes de cerrar la puerta me apuntó con su libro y me dijo con su recién estrenada voz de barítono: “Te queda poco tiempo”.
Alcancé a leer el título, El Príncipe de Maquiavelo.

Me estaba tomando el segundo café cuando llegó Nacho: “Que jefe, hoy también me tocan las de Incoming”. Me alegré de ver que al menos él disfrutaba de la filosofía.

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