miércoles, 22 de diciembre de 2010

en vísperas

Se acerca la Navidad y no me atrevo a quedarme en mi casa. La habitación de mi madre apesta y el olor se va pegando al resto de la casa. No me atrevo a entrar. Esta mañana, antes de ir al trabajo, me armé de valor, entreabrí la puerta y vacié dentro un bote de ambientador pero esta tarde, al volver a casa, el olor a podrido era todavía mayor.
Por las noches me sigue despertando con sus paseos por el pasillo, rebusca en cajones y armarios con golpes violentos, parece que quiera despertarme a propósito. Al principio creí que buscaba las cartas y las dejé en su lugar, pero ella sigue buscando, y cada noche parece más furiosa. Y además ahora el hedor a muerte que no consigo quitarme de encima. En el autobús la gente lo nota y me miran con pena.
Esta mañana he tenido una reunión con Tito, no habla con nadie, está muy nervioso y tiene muy mal aspecto. Repetía que no le pasa nada, que esta mejor que nunca, y me sonreía con media boca mientras se balanceaba adelante y atrás sentado en el borde de la silla. Al despedirme de él en la puerta me ha parecido que olía a lo mismo que yo.

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