lunes, 3 de octubre de 2011

Jugando con Tito

Ayer por la tarde me sorprendió ver a Tito, mi mejor colaborador, en el recibidor de mi casa. No fui a trabajar, y al parecer no esperaba encontrarme en casa.

Arrastraba cogidos por el cuello de la camisa, uno con cada mano, los cuerpos de dos chavales que supuse serían gemelos (eran del mismo tamaño, vestían igual, y el poco pelo que les quedaba en el cráneo era de un color rojizo poco habitual en la cuenca mediterránea).

Cuando me vió les soltó y sus cabezas rebotaron contra el suelo como calabazas vacías. El pobre Tito abrió tanto los ojos que el párpado izquierdo se le quedó enganchado del revés.

Respiré aliviado y le ofrecí un café. Por fin había descubierto como habían llegado tantos cadáveres a la habitación de mi madre, que nunca había sido muy popular. Lo que no consigo comprender es por qué, yo siempre había considerado a Tito más que un compañero. La pena es que cuando quise preguntárselo el dolor ya le había hecho perder el juicio y era incapaz de articular palabras.

Aún así he decidido que se quede unos días en la habitación de mi madre, con los gemelos, para que podamos jugar un poco más.

1 comentario:

  1. Jorge, brutal esta continuación de Saturnio Tabares. La reentre de Tito no podía ser de otra forma. Ahora que has arrancado no tendría sentido detenerse, ¿verdad?
    Me encantó. Un abrazo.

    ResponderEliminar