domingo, 16 de octubre de 2011

La dulce Lourdes

Hoy he conocido a Lourdes, la mujer de Tito. Me esperaba a la salida de la fábrica, encogida en un abrigo largo y gris, con la nariz congestionada y los ojos húmedos. Quería pedirme ayuda. La pobre está desolada, hace días que no tiene noticias de su marido y la policía no le hace ningún caso. Le he pedido que me contara todo lo que sabe.
Estos últimos meses Tito se ha estado comportando de forma extraña. Se levantaba de madrugada, cuando suponía que Lourdes dormía, se vestía de negro, descolgaba el crucifijo que preside su lecho conyugal y salía de casa. Poco antes del amanecer volvía, colgaba el crucifijo, se desnudaba y se acostaba junto a su mujer oliendo a tierra y a flores. Los fines de semana iban a misa, sábado y domingo, en doble sesión de mañana y tarde. Al parecer Tito se había vuelto muy religioso de repente, e incluso había instalado un altar en la salita de estar, junto al televisor de plasma.
Lourdes sospecha que puede haber sido raptado por una secta. Yo le he confirmado que todo hace indicar que ha sido así, y que haré todo lo posible para ayudarla. Me ha dado un abrazo largo y fuerte, aplastando sus pechos contra mis costillas, con la mejilla apoyada sobre mi pecho. Nunca me habían abrazado así. Loudes me gusta mucho. Tengo que ayudarla.
Al llegar a casa le he rajado el cuello a su marido, para que no sufra más.

2 comentarios:

  1. Jorge, me gusta la dulce Lourdes y sospecho que a Saturnio también. Es un nuevo personaje que da juego. Muy bien traído.
    Un abrazo y a seguir escribiendo.

    ResponderEliminar
  2. Como siempre, lo mejor es el final. jajaja

    ResponderEliminar