Nos fue fácil entrar, pero salir nos costó una vida. A Lourdes la recibieron con todos los honores y la estuvieron agasajando durante toda la noche. A mi no me hacían ningún caso y pude escabullirme para registrar la finca y asegurarme de que Tito no estaba allí. Más que una finca aquello era un auténtico poblado. En el centro se encontraba la vieja casona en la que vivía "el puño" y se realizaban las misas y negras y demás rituales, y alrededor casas prefabricadas, auto-caravanas y tiendas de campaña se agrupaban formando calles perfectamente alineadas. Me senté en el portal de la casona y estuve fumando y planeando la escapada durante el tiempo suficiente para convencer a Lourdes de que había buscado a su marido hasta en el último rincón. Pero cuando entré a buscarla era ya muy tarde. Los adoradores del diablo estaban tan ansiosos que habían modificado el programa de actos para empezar directamente con la ofrenda de la virgen.
Los encontré a todos completamente desnudos y visiblemente excitados rodeando el altar en el que Lourdes, con las piernas y los brazos abiertos y atados con correas, esperaba confiada y paciente a que yo la rescatara. Alguien apareció a mi espalda y me lanzó al suelo de un empujón. Miré hacia arriba y me resultó sencillo reconocer en aquel Adonis de dos metros a "el puño de Satán". De su cuello colgaba la famosa vértebra del estudiante americano al que descuartizó el día de su posesión demoníaca. Ignorándome se dirigió al altar, y ante los gritos de placer enfermizo de sus seguidores levantó una daga con el filo curvo y sucio ya de sangre.
Jorge, gore del bueno este nuevo episodio de Saturnino. La escena que recreas tiene tanta fuerza que me cuesta retirarla de mis pensamientos. Veremos que más sucede.
ResponderEliminarUn abrazo y a seguir escribiendo.